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José Luis LEJONAGOITIA
La misteriosa desaparición de este libro de la Catedral de Santiago de Compostela suscita, además de muchas dudas, la preocupación propia de una pérdida irreparable.
La importancia del libro proviene de su antigüedad, (data del s. XII) y de las descripciones del Camino de Santiago que contiene de la época en que los peregrinos, en número creciente, acuden desde media Europa a Compostela. Es innecesario resaltar que las tradiciones y reconocimiento del apóstol tienen lugar varios siglos más tarde al momento en que vivió en Palestina. Es por ello que se han de tomar los prodigios del Santo Apóstol, como una acumulación de tradiciones piadosas, surgidas en tiempos de guerras de los cristianos contra los invasores, actuando de catalizador de los reinos del norte, cuando todavía su fuerza es inferior a la de los musulmanes.
El Liber Sancti Iacobi es una compilación de varios escritos de la primera mitad del siglo XII, que incluyen sermones, misas, oficios, cantos y milagros en honor al apóstol Santiago. La compilación fue redactada en diversas épocas y de forma independiente. El análisis del manuscrito más importante gestado del Liber, el Codex Calixtinus, nos sugiere que la compilación podría estar ya configurada hacia el año 1140. El códice se inicia con una carta del Papa Calixto II (1119-1124), a la que le siguen cinco Libros con los títulos de:
I - Libro de las Liturgias. (Anthologia litúrgica), Supone casi la mitad de todo el manuscrito y constituye el núcleo del Liber.
Libro II - Libro de los Milagros. (De miraculi sancti Jacobi). Contiene una colección de 22 milagros debidos a la intercesión del Apóstol Santiago y realizados en diversas regiones de Europa.
Libro III - Traslación del cuerpo a Santiago. (Liber de translatione corporis sancti Jacobi ad Compostellam). Es el libro más breve con sólo 6 folios (f. 156 - 162v).
Libro IV - Conquistas de Carlomagno. (L'Historia Karoli Magni et Rotholandi). Es el segundo libro del códice en tamaño, ocupando 28 folios (f. 163 - 191).
Libro V - Guía del Peregrino . (Iter pro peregrinis ad Compostellam). Nos presenta la ruta del viaje para los peregrinos y describe la ciudad de Santiago y su catedral. Nos transporta a las peregrinaciones del siglo XII con toda fidelidad.
“La importancia del libro proviene de su antigüedad, (data del s. XII) y de las descripciones del Camino de Santiago que contiene de la época en que los peregrinos, en número creciente, acuden desde media Europa a Compostela”.
Foto: CC BY - Damiano Santana.
Apéndice I - Obras polifónicas. Cuadernillo de 6 folios, con 22 composiciones polifónicas. Probablemente fue escrito poco después que el cuerpo del códice, pero antes de 1180. Desde el punto de vista musical es la parte más importante del manuscrito.
Apéndice II. Incorporado al manuscrito en época posterior a la redacción original, posiblemente en la encuadernación realizada a finales del siglo XII. Cinco hojas: un bifolio con una falsa Bula de Inocencio II y varios folios sueltos.
En la Bula de Inocencio II, (folio 221) se da a entender que el responsable y autor del códice es el monje cluniacense Aymeric Picaud, acompañante del pontífice Calixto II a Santiago en el año 1109. Según el escrito, hacia 1140, Aymeric depositó el códice en la Catedral de Santiago, que sería el primer ejemplar del Liber. Todo esto es puesto en duda por los historiadores, ya que, entre otros motivos, el bifolio que contiene la bula no formaba parte del códice original, sino que fue añadida con posterioridad.
El Codex Calixtinus se custodiaba en la catedral de Santiago de Compostela, hasta su reciente “desaparición”, y es, con diferencia, el más importante y completo de todos los manuscritos. Algunos investigadores consideraron que era la versión original del Liber, a partir de la cual se copiaron posteriormente, de forma más o menos parcial, el resto de los manuscritos. Sin embargo, hoy en día se piensa que existió un manuscrito, hoy perdido, anterior al Calixtinus o al menos, existían manuscritos de los libros que lo componen, ya que el análisis del códice muestra que fue copiado sabiendo de antemano la extensión exacta de cada una de sus partes. Se cree que el Calixtinus fue copiado en Santiago de Compostela, entre 1160 y 1170, como se ve, pocos años después de terminada la compilación del Liber.
Como mal menor, si el libro no fuera recuperado existen más ejemplares, aunque no dejaría de ser una pérdida irreparable, que quizás en manos delincuentes podría acabar fraccionado para favorecer la venta. Además del libro de Compostela, se conservan otros con versiones completas en Londres, British Library; Ciudad del Vaticano, Biblioteca Apostolica Vaticana; Salamanca, Biblioteca Universitaria y Madrid, Biblioteca Nacional. Además se guardan ediciones parciales en: Barcelona, Madrid (2), Lisboa, Londres, C. del Vaticano y Pistoia, provincia de la Toscana en Italia. Pero con ser un alivio, el robo del compostelano es irreparable.
A partir de los estudios realizados sobre la cuestión, se sabe que una de las primeras rutas adoptadas por los peregrinos era el llamado Camino del Norte, utilizado desde el siglo IX, entrando los peregrinos por Hendaya-Irun, para seguir por la costa de Gipuzkoa hasta pasar Deba, y siguiendo por Markina, ya en Bizkaia, continuar hasta Muzkiz, y de allí seguir por tierras cántabras, sin abandonar la cercanía de las costas hasta alcanzar A Coruña, y desde allí llegar a Compostela.
Con el Islam cada vez más al sur, Sancho el Mayor de Navarra y Alfonso VI de León desplazaron la ruta para repoblar territorios reconquistados, abriendo un nuevo camino por Estella, Logroño y León que, siendo el más transitado, se llamó Camino Francés, lo que supondría el abandono de la ruta “de la costa”.
El auge del Camino se produjo en los siglos XI y XII. La frontera agarena corría hacia el sur y los reyes cristianos crearon burgos, protegieron la vida monástica, e iniciaron villas como Logroño o Puente la Reina. El papa Calixto II instituyó, en 1122, el Año Santo Jacobeo y su sucesor, Alejandro III, dictó en 1179, la bula Regis Aeterna, otorgando plena indulgencia a los que visitan el templo compostelano cuando el día de Santiago (25 de julio) coincide en domingo.
Diversas órdenes religiosas y militares contribuyeron a la fundación de hospitales o alberguerías en los lugares estratégicos, para la asistencia de pobres y peregrinos, fijando, cuando las conquistas lo permitieron, los caminos de peregrinación, convirtiéndose en sus más inspirados propagandistas.
Sin embargo, la naturaleza de la peregrinación no es sólo religiosa. Una abigarrada cantidad de mercaderes, vagabundos, ladrones, juglares y prostitutas se mezclaba en los caminos con los auténticos peregrinos. Este va a ser un factor fundamental para la repoblación. No bastaba con construir alberguerías, era preciso acumular víveres para los peregrinos, que a veces formaban verdaderas multitudes; abrir establecimientos, donde pudieran cambiar las monedas; adquirir ropas; útiles necesarios para proseguir su viaje, o donde sus cabalgaduras pudieran ser repostadas. El comercio, poco activo en la España del siglo X, sufre un cambio brusco en el siglo XI. El Camino es imán para las gentes que quieren dedicarse al comercio, los cuales formarán pequeños burgos, convertidos luego en ciudades por la gracia y merced de privilegios y fueros reales que transforman el proceso de la repoblación.
En el ámbito económico, el Camino se convirtió muy pronto en una ruta comercial de primer orden, coincidiendo con el momento (siglos X-XI) en que se produce una fase de gran crecimiento económico, de renacimiento urbano y de revolución comercial. De esta forma la ruta jacobea concitó la fundación de ciudades y mercados; hizo la fortuna de los antiguos núcleos urbanos; enriqueció a sus regiones y las abrió a las corrientes culturales de la época. Las órdenes religiosas se asentaron también en las rutas jacobeas, y su presencia propició la construcción de numerosos templos, de estilo románico en su mayoría, conservados en número importante hasta nuestros días.
Fijadas las rutas, uno de los principales enclaves fue Navarra por su condición de “entrada” al pie de los Pirineos, y “punto de encuentro” para las rutas procedentes de París, Vezelay y Le Puy, que llegadas a San Jean de Pied de Port se unen, penetran por Roncesavalles y prosiguen la marcha hasta alcanzar Puente la Reina, donde confluye el camino que llega desde Arlés y que una vez cruzada la cordillera Pirenaica, discurre por tierras de Aragón por Canfranc, Jaca, Berdun y Tiermas para continuar por las tierras navarras de Yesa, Monreal y Obanos.
“El Codex Calixtinus se custodiaba en la catedral de Santiago de Compostela, hasta su reciente “desaparición”, y es, con diferencia, el más importante y completo de todos los manuscritos”.
Foto: CC BY - Angel T.
Aunque los viajes actuales nada tienen en común con los de hace siglos, es aconsejable leer este libro, como una visión aproximada a los viajes medievales, en particular los de peregrinación, conociendo las penalidades que pasaban antaño los peregrinos, sujetos a las dificultades del Camino, soportadas gracias a su fe, y con la esperanza de que el apóstol Santiago pusiera remedio a los males del cuerpo y a los del espíritu.
La extensión del relato y la abundancia de los detalles, impide reproducir el texto, pero vale la pena dejar constancia de un breve resumen, junto al relato del viaje en que el monje arremete con inquina contra los naturales de los primeros pueblos hallados a su ingreso en la Península: navarros y vascos, que él considera por separado. Parece que no llegó a entrar en Gipuzkoa, quizás no hollara su pie el territorio de Bizkaia, y si acaso tocó Álaba muy de paso.
El clérigo francés Aymeric Picaud, a quien se atribuye la autoría del libro, recoge su paso por el País Vasco de manera muy calamitosa, según se desprende de algunos de sus comentarios. En los primeros capítulos del libro se mencionan las rutas desde el origen de cada una hasta Compostela “para que los peregrinos, con esta información, se preocupen de proveer a los gastos de viaje, cuando partan para Santiago”.
Ya en Navarra señala: «Por el lugar llamado Lorca, por la zona oriental, discurre el río llamado Salado: ¡cuidado con beber en él, ni tú ni tu caballo, pues es un río mortífero! Camino de Santiago, sentados a su orilla, encontramos a dos navarros afilando los cuchillos con los que solían desollar las caballerías de los peregrinos que bebían de aquella agua y morían. Les preguntamos y nos respondieron mintiendo, que aquel agua era potable, por lo que dimos a beber a nuestros caballos, de los que al punto murieron dos, que los navarros desollaron allí mismo.»
E insiste: «Por Estella pasa el Ega, —escribe el monje—, de agua dulce, sana y extraordinaria. Por la villa denominada Los Arcos discurre una corriente de agua mortífera, y después de Los Arcos, junto al primer hospital, pasa una corriente de agua mortífera para las caballerías y los hombres que la beben. Por la localidad llamada Torres, en territorio navarro, pasa un río mortífero para los animales y las personas que lo beben.»
En referencia a “la tierra de los navarros”, señala el clérigo que es rica en pan, vino, leche y ganados. Navarros y vascos tienen características semejantes en las comidas, el vestido y la lengua, pero los vascos son de rostro más blanco que los navarros. Los navarros se visten con ropas negras y cortas y usan un tipo de calzado que llaman abarcas, hechas de cuero con el pelo sin curtir, atadas al pie con correas y que sólo envuelven las plantas de los pies, dejando al descubierto el resto.
«Como se ve, visten mal, lo mismo que comen y beben también mal, pues en casa de un navarro se tiene la costumbre de comer toda la familia, lo mismo el criado que el amo, la sirvienta que la señora, mezclando todos los platos en una sola cazuela, y nada de cucharas, sino con las propias manos, y beben todos del mismo jarro. Y oyéndoles hablar, te recuerdan los ladridos de los perros, por lo bárbaro de su lengua. A Dios le llaman urcia; a la Madre de Dios, andrea Maria; al pan, orgui; al vino, ardum; a la carne, aragui; al pescado, araign; a la casa, echea; al dueño de la casa, iaona; a la señora, andrea; a la iglesia, elicera; al sacerdote, belaterra, que significa bella tierra; al trigo, gari; al agua, uric; al rey, ereguia; y a Santiago, iaona domne iacue.»
«Son un pueblo bárbaro, diferente de todos los demás en sus costumbres y naturaleza, colmado de maldades, de color negro, de aspecto innoble, malvados, perversos, pérfidos, desleales, lujuriosos, borrachos, agresivos, feroces y salvajes, desalmados y réprobos, impíos y rudos, crueles y pendencieros, desprovistos de cualquier virtud y enseñados a todos los vicios e iniquidades, parejos en maldad a los Getas y a los sarracenos y enemigos frontales de nuestra nación gala. Por una miserable moneda, un navarro o un vasco liquidan, como puedan, a un francés.»
Haré gracia al lector de suspender en este punto la espeluznante descripción que el monje Aymeric, o sus falaces fuentes de información, hiciera de los territorios recorridos a su paso por Navarra. Los detalles discurren hacia imágenes aberrantes, que pudieron existir como hechos aislados, pero en nada merecedoras de generalizarlas a los pueblos de Navarra, Bizkaia y Álava, según el texto.
No todo era negativo: se les consideraba valientes en el campo de batalla y esforzados en el asalto; cumplidores en el pago de los diezmos y perseverantes en sus ofrendas al altar. El navarro, cada vez que va a la iglesia, ofrece a Dios pan, vino, trigo, o cualquier otra ofrenda, escribía el monje.
Y en este punto dejamos la cuestión. Es claro que después de casi mil años, no vamos a lavar el buen nombre de aquellos a los que denostó con tanta saña y desprecio. Se advierte que por razones no confesadas en el texto, el autor o recopilador del Codex sostuvo una personal batalla desde su condición de francés, dejando escritas cuantas acusaciones y maldades se le pudieron ocurrir.
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